Poema" In der Fremde" "En tierras extranjeras" de Heinrich Heine

Un poema, una emoción:

Explorando la nostalgia de Heinrich Heine desde el exilio.

Un poema del poeta alemán Heinrich Heine, que llegó a mi vida por casualidad y despertó en mí muchas emociones sobre lo que significa vivir lejos de tu patria, me llevó a reflexionar sobre las numerosas personas que, por diversas razones, se ven obligadas a abandonar su tierra. Este encuentro también despertó en mí el deseo de indagar más sobre el autor y el contexto en el que este breve pero profundo poema fue concebido. Hoy quiero compartir con ustedes un video que nació de estas inquietudes.


Ein Gedicht des deutschen Dichters Heinrich Heine, das zufällig in mein Leben trat und in mir viele Emotionen über das Leben fern der Heimat auslöste, brachte mich zum Nachdenken über die vielen Menschen, die aus unterschiedlichen Gründen gezwungen sind, ihre Heimat zu verlassen. Es weckte in mir den Wunsch, mehr über den Autor und die Zeit, in der dieses kurze, aber tiefgründige Gedicht entstanden ist, zu erfahren. Heute möchte ich mit euch ein Video teilen, das aus diesen Überlegungen entstanden ist.


Una de esas joyas que el azar nos regala, el poema "Ich hatte einst ein schönes Vaterland" de Heinrich Heine llegó a mi vida mientras escuchaba una conferencia del inmortal Jorge Luis Borges. Con su voz serena y su amor por las palabras, Borges recitó los versos, y de inmediato algo se quebró y resonó en mí. Me vi buscando el poema, anhelando conocer más sobre el autor que logró capturar con tal precisión la nostalgia de un alma errante. Heine, con su estilo tan íntimo como universal, nos regala una ventana al desarraigo. Sus palabras no solo evocan la pérdida de un hogar físico, sino también la añoranza de algo más intangible: la identidad, los recuerdos, los paisajes emocionales que llevamos dentro. Es un canto a la melancolía del exiliado, que aún lejos de su patria, no puede dejar de recordarla y añorarla, por contradictoria o distante que parezca. ¿Cómo no sentir la vigencia de este poema en un mundo donde millones deben abandonar sus tierras? Algunos huyen de la guerra, otros de la opresión política, y muchos más buscan en el horizonte una vida más digna. Pero todos comparten un hilo común: el eco persistente de lo que dejaron atrás. Porque, aunque nos adaptemos, ¿cómo silenciar los susurros de aquello que amamos? Las calles de nuestra infancia, las voces familiares, los sabores y los silencios que nos construyeron. ¿Y tú? ¿Has vivido lejos de tu país alguna vez? Si es así, ¿qué extrañabas? Y si hoy estás lejos, ¿qué añoras? Tal vez es un aroma fugaz que te transporta, un acento que escuchas por azar y te hace girar la cabeza, o el simple hecho de añorar una versión de ti mismo que parece haberse quedado en aquel rincón del mundo.


 Eines dieser Juwelen, die uns der Zufall schenkt, das Gedicht "Ich hatte einst ein schönes Vaterland" von Heinrich Heine, trat in mein Leben, als ich einer Konferenz des unsterblichen Jorge Luis Borges lauschte. Mit seiner ruhigen Stimme und seiner Liebe zu den Worten rezitierte Borges die Verse, und sofort zerbrach etwas in mir und fand einen tiefen Widerhall. Ich fand mich wieder, wie ich nach dem Gedicht suchte, voller Sehnsucht, mehr über den Autor zu erfahren, der es mit solcher Präzision geschafft hatte, die Nostalgie einer umherirrenden Seele einzufangen. Heine schenkt uns mit seinem Stil, der so intim wie auch universell ist, ein Fenster zur Entwurzelung. Seine Worte rufen nicht nur den Verlust eines physischen Zuhauses hervor, sondern auch die Sehnsucht nach etwas, das viel schwerer zu greifen ist: die Identität, die Erinnerungen, die emotionalen Landschaften, die wir in uns tragen. Es ist ein Lied über die Melancholie des Exils, das auch in der Ferne nicht aufhören kann, die Heimat zu erinnern und sich nach ihr zu sehnen, so widersprüchlich oder fern sie auch erscheinen mag. Wie könnte man die Aktualität dieses Gedichts in einer Welt nicht spüren, in der Millionen gezwungen sind, ihre Heimat zu verlassen? Manche fliehen vor dem Krieg, andere vor politischer Unterdrückung, und viele suchen in der Ferne nach einem würdigeren Leben. Doch alle teilen ein gemeinsames Band: das beharrliche Echo dessen, was sie zurücklassen mussten. Denn auch wenn wir uns anpassen, wie könnten wir die leisen Stimmen dessen, was wir liebten, zum Schweigen bringen? Die Straßen unserer Kindheit, die vertrauten Stimmen, die Geschmäcker und die stillen Momente, die uns prägten. Und du? Hast du jemals weit entfernt von deinem Heimatland gelebt? Wenn ja, was hast du vermisst?


Und wenn du heute fern der Heimat bist, wonach sehnst du dich? Vielleicht ist es ein flüchtiger Duft, der dich zurückversetzt, ein Akzent, den du zufällig hörst und der dich innehalten lässt, oder einfach das Verlangen nach einer Ich hatte einst ein schönes Vaterland.


Me alegra compartirles el poema de Heinrich Heine, publicado por primera vez en 1834. Este poema forma parte de su ciclo "In der Fremde" ("En el extranjero"), incluido en la colección "Neue Gedichte" ("Nuevos poemas") de 1844.


Poema: In der Fremde

Ich hatte einst ein schönes Vaterland.

Der Eichenbaum wuchs dort so hoch,

die Veilchen nickten sanft –

Es war ein Traum.

Das küsste mich auf deutsch und sprach auf deutsch

 (man glaubt es kaum, wie gut es klang)

das Wort:"Ich liebe dich!"

Es war ein Traum.


En español sería: En el extranjero

Yo tuve una vez una hermosa patria.

El roble crecía tan alto,

las violetas inclinaban su cabeza gentilmente.

Era un sueño.

Me besaban allí en alemán

y hablaba en alemán

(podrías creerlo) la palabra más dulce:

"¡Te amo!"

Era un sueño...


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La misión lunar para hacernos brutos (versión en español) Ver la noticia de la muerte del astronauta Jim Lovell me llevó a rescatar un recuerdo gracioso de mi infancia, allá por 1981 o 1982. En casa no teníamos televisión, un detalle nada menor, porque en aquellos años acostumbrábamos a asomarnos por la ventana de nuestra vecina Ana para ver las comiquitas. A veces, si teníamos suerte, nos permitían entrar también y, después de hacer las tareas, a menudo podíamos verlas en la sala, como si fuera nuestro pequeño cine privado. Yo tendría unos nueve años y, por entonces, mi abuelita Magdalena —que estaba de visita desde Colombia— se quedaba con nosotros. Aquel día me encontraba, como tantas veces, mirando por la ventana de la señora Ana, hipnotizada por las imágenes en la pantalla. Recuerdo que balanceaba las caderas de un lado a otro, intentando aguantar las ganas de hacer pipí, pero nada podía moverme de ese lugar. El sol brillaba con descaro y el calor era intenso, aunque yo estaba demasiado absorta para notarlo. La escena en la televisión me dejó paralizada: unos hombres llegaban a la Luna. Bajaban lentamente de una nave, enfundados en trajes blancos que parecían hacerlos flotar a cada paso. Mi mente infantil se empeñaba en conectar aquella Luna de la televisión con la que yo veía de noche, rodeada de estrellas titilantes. Supongo que el programa celebraba el decimocuarto aniversario de la llegada del hombre a la Luna porque la misión Apolo 11 había alunizado en 1969. Yo estaba fascinada por lo que veía. Entonces, el señor Nectario, esposo de la señora Ana, se levantó de su silla con sus movimientos pausados y, como quien tiene algo mejor que hacer, fue hasta la esquina de la sala y apagó la tele. Yo me fui corriendo a casa, pero con la película aún proyectándose, encendida y vibrante, en mi cabeza. Al llegar al patio, mi abuelita lavaba la ropa a mano en un lavadero de cemento. Me acerqué, agitada, y le solté con entusiasmo: —Abuelita, ¿puedes creer que a esa luna que ves cada noche llegaron unos hombres en una nave espacial? ¡Lo acabo de ver en la televisión! Enterraron una bandera de América allí mismo, abuelita. Ella apartó sus manos arrugadas del agua y negó con la cabeza: —Mija, esos americanos ya no hallan qué inventar para que niños como tú y gente ignorante se vuelvan adictos a la televisión. Quieren que nos mantengamos burros, sin estudiar, pegados a esa caja. Sus palabras fueron como un cubo de agua fría sobre mi entusiasmo. Sin embargo, salí del patio convencida de algo: ese plan malévolo de los americanos no podía tocar nuestra casa... porque no teníamos televisión. Sonreí con satisfacción; una sesación de triunfo me enderezó la espalda y me llenó de orgullo. Mi abuela, mientras lavaba me había compartido una verdad que el mundo ignoraba: la conspiración de los americanos para volvernos brutos y zombis frente a la pantalla. Esa noche, sentada con mi madre y mis hermanas frente a la casa, la luna brillaba en un cielo oscuro salpicado de estrellas titilantes. Miraba al cielo. El dilema entre lo que había visto y lo que había escuchado de mi abuelita se adueñaba de mi mente. No dudaba de ella, pero tampoco dejaba de soñar de que todo aquello que mis ojos habían atrapado fuera de verdad, cierto. Hoy, al saber que este gran hombre —que junto a Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegó por primera vez a esa Luna— ha partido, me nace regalarles esta pequeña anécdota. Y qué mejor día que hoy, noche de luna llena. RIP Jim, que ese viaje por la Luna nunca termine para ti. Die Mondmission, um uns dumm zu machen (VERSIÓN ALEMÁN) Die Nachricht vom Tod des Astronauten Jim Lovell brachte mich dazu, eine lustige Erinnerung aus meiner Kindheit hervorzuholen, irgendwann um 1981 oder 1982. Zu Hause hatten wir keinen Fernseher – ein nicht unwichtiger Umstand, denn in jenen Jahren schauten wir oft durch das Fenster unserer Nachbarin Ana, um Zeichentrickfilme zu sehen. Manchmal, wenn wir Glück hatten, durften wir sogar hineingehen, und nachdem wir die Hausaufgaben erledigt hatten, konnten wir sie oft im Wohnzimmer sehen – wie in unserem eigenen kleinen Privatkino. Ich war damals etwa neun Jahre alt, und zu dieser Zeit war meine Großmutter Magdalena – die aus Kolumbien zu Besuch war – bei uns. An jenem Tag stand ich, wie so oft, am Fenster von Señora Ana und war gebannt von den Bildern auf dem Bildschirm. Ich erinnere mich, wie ich meine Hüften von einer Seite zur anderen wiegte, versuchte, den Harndrang zu unterdrücken, aber nichts konnte mich von diesem Platz vertreiben. Die Sonne schien unverschämt hell, die Hitze war drückend – doch ich war viel zu vertieft, um es zu bemerken. Die Szene im Fernsehen ließ mich erstarren: Männer landeten auf dem Mond. Langsam stiegen sie aus einem Raumschiff, in weiße Anzüge gehüllt, die sie bei jedem Schritt schweben ließen. Mein kindlicher Verstand wollte unbedingt diesen Mond im Fernsehen mit dem verbinden, den ich nachts am Himmel sah, umgeben von funkelnden Sternen. Ich nehme an, es war ein Programm zum vierzehnten Jahrestag der ersten Mondlandung, denn Apollo 11 war 1969 gelandet. Ich war fasziniert von dem, was ich sah. Da stand Señor Nectario, der Ehemann von Señora Ana, gemächlich von seinem Stuhl auf, als hätte er Wichtigeres zu tun, ging in die Ecke des Wohnzimmers und schaltete den Fernseher aus. Ich lief nach Hause – doch in meinem Kopf lief der Film weiter, hell und lebendig. Im Hof angekommen, stand meine Großmutter am Waschbecken aus Beton und wusch Wäsche mit der Hand. Aufgeregt ging ich zu ihr und platzte heraus: —Abuelita, kannst du glauben, dass auf diesem Mond, den du jede Nacht siehst, Männer in einem Raumschiff gelandet sind? Ich habe es gerade im Fernsehen gesehen! Sie haben dort eine amerikanische Fahne aufgestellt, Abuelita. Sie zog ihre runzligen Hände aus dem Wasser und schüttelte den Kopf: —Mija, diese Amerikaner wissen nicht mehr, was sie erfinden sollen, damit Kinder wie du und unwissige Leute fernsehsüchtig werden. Sie wollen, dass wir dumm bleiben, nicht lernen und an dieser Kiste kleben. Ihre Worte waren wie ein Eimer kaltes Wasser auf meine Begeisterung. Doch ich verließ den Hof mit der festen Überzeugung, dass dieser teuflische Plan der Amerikaner unser Haus nicht erreichen konnte… weil wir keinen Fernseher hatten. Ich lächelte zufrieden; ein Gefühl des Triumphes richtete meinen Rücken auf und erfüllte mich mit Stolz. Meine Großmutter hatte mir beim Wäschewaschen eine Wahrheit verraten, die die Welt nicht kannte: die Verschwörung der Amerikaner, uns zu dummen Zombies vor dem Bildschirm zu machen. An diesem Abend saß ich mit meiner Mutter und meinen Schwestern vor dem Haus, während der Mond am dunklen, sternenübersäten Himmel leuchtete. Ich schaute immer wieder hinauf. Der Zwiespalt zwischen dem, was ich gesehen hatte, und dem, was meine Großmutter gesagt hatte, beschäftigte meinen Kopf. Ich zweifelte nicht an ihr, aber ich hörte auch nicht auf zu träumen, dass all das, was meine Augen eingefangen hatten, wahr sein könnte. Heute, da ich erfahre, dass dieser große Mann – der zusammen mit Neil Armstrong und Buzz Aldrin zum ersten Mal auf diesem Mond stand – von uns gegangen ist, möchte ich euch diese kleine Anekdote schenken. Und was für ein besserer Tag als heute, in einer Vollmondnacht. RIP Jim – möge diese Reise um den Mond für dich niemals enden.
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Se trata de una fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, que ofrece una educación musical integral con un enfoque en la formación orquestal y coral. Cabe destacar que fue fundada en 1975 por el maestro José Antonio Abreu, con el objetivo de promover la música como una herramienta para la inclusión social y el desarrollo personal, especialmente para niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad. Así pues, como dije antes, la vida de esta joven giraba en torno a estudiar para sus clases, hacer sus deberes escolares, practicar sus instrumentos e ir al Sistema. Fue en este momento de la entrevista en que alguien, no recuerdo quién, quiso preguntarle si veía con reservas esa etapa de su vida, pues tenía una vida social muy limitada. Gena nos confesó que, el hecho de no haber conocido otra rutina más que esta, no la hacía añorar otra vida. De hecho, ella considera que sus verdaderos amigos estaban en el Sistema, por eso, veía con ilusión ir a este lugar. A los 16 años, viajó por primera vez a París de vacaciones con sus hermanos. Literalmente lo describió así: "Fue amor a primera vista, e inmediatamente supe que era allí donde quería vivir y estudiar en el futuro".Y así fue. Dos años después Paris y su encanto la esperaban; sin embargo, todo comienzo trae consigo sus desafios, y para Gena no fue la excepción. Por un lado, debía trabajar como niñera para ganarse la vida mientras audicionaba para poder lograr hacer estudios superiores de dirección de música en Conservatorios, Filarmónicas y finalmente en la Universidad de Paris. Por el otro, el gran desafío de lograr obtener una oportunidad para demostrar todo lo que sabía sobre música. Ella había aprendido muchísimo en el Sistema pero sin obtener certificación alguna. Gena nos explicó que en el Sistema el estudiante de música nunca recibe certificación oficial. De modo que, en el curriculum de Gena faltaba algo que certificara los años de esfuerzo y dedicación por la música y esto no debía ser algo fácil de entender en las escuelas parisinas. Otra situación incómoda fueron las criticas directas de algunos profesores tras el deseo de Gena de estudiar Dirección de Orquesta. "Una mujer no es capaz de dirigir" " No tienes el temple para ser una directora" " haz otra cosa". Decidir seguir este camino a pesar de toda esta presión es admirable y dice mucho del caracter de Gena, porque recuerden que ella era aun muy joven, estaba sola en Paris, no hablaba bien francés y no tenía consigo la acreditación que le exigían. Ella se mantuvo y se ha mantenido firme a su sueño y eso inspira. Un punto muy importante que no debemos pasar por alto es el hecho de que el amor llegó a la vida de Gena y fue también musical porque su amor también toca el oboe como ella. La historia de cómo se conocieron es muy larga. Solo resumo esto diciendo que juntos iniciaron su primer gran proyecto. Durante la pandemia, Gena y su novio tuvieron la idea de contactar muchos amigos músicos en Paris que no tenían trabajo para formar una orquesta propia. La llamaron Ánima, y es algo que mis estudiantes y yo vemos con mucha admiración. En este momento me vino a la mente lema que decidió poner Gena en el aviso de publicidad que hice para Conlinguas en Vivo: "Me gusta conectar el mundo a través de la música", quizás pensé en esto por la pregunta de mi estudiante Moritz acerca de la manera en la que Gena conecta a con los músicos en el momento que dirige una orquesta. Ella nos dijo que dejaba primero que la música se conectara con el músico primero porque cada uno va a sentirla de manera individual. Entonces, venía ella a que todo ese sentir se fusionara para que surgiera algo armonioso. Yo imaginé a Gena como a un río, allí llegaban todas las aguas que fluiran armoniosamente a algún lugar y nos va a tocar las fibras a todos. Cada director tiene su estilo y forma particular de dirigir. Nosotros aquí en Conlinguas, quedamos extremadamente curiosos. Queremos ver a esta joven talento en acción dirigiendo a una orquesta. He escuchado durante estas dos semanas la historia de Gena contada por mis estudiantes. Ha sido, como siempre, una experiencia maravillosa. A mí me encanta escuchar historias. Cada uno encuentra su modo de contar una misma historia. A mi pregunta final: Qué aprendiste de Gena? Todos coincidimos: Estar claro sobre lo que uno desea es un gran paso, pero no se puede quedar allí. Lo siguiente es el empeño, la disciplina y perseverancia para lograr tu sueño. Gena ha sido esto y más, por eso sabemos que lo va a lograr. Estoy segura de que en unos años, no muy lejanos, sabremos más de esta joven mujer por los periódicos y televisión, porque les aseguro que estará dirigiendo orquestas de renombre. Gracias Gena por todos lo que nos enseñaste a través de tu historia de vida. Igualmente, agradezco a mis estudiantes de español y amigos de Conlinguas por su participación y su apoyo a que continúe estas bonitas sesiones. A la Sra Luzmary Nacache, a la mujer que le dedicamos este evento, le deseamos pronta recuperación y una salud fuerte. Un abrazo para todos. Mary
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